Por: Juan Manuel González Montiel
Aún recuerdo cuando era niño, como nuestra madre solía pedir a mi hermano y a mi, de vez en cuando, que barriéramos la banqueta. Solíamos tomar un pequeño bote con agua, y con la mano salpicar la banqueta para no levantar tanto polvo, o al menos así nos habían dicho que se hacía. Solíamos hacer esto quizá una vez a la semana, un pequeño tramo de banqueta frente a la calle de terracería. Años después se colocó concreto y adoquín a la calle, y para entonces debíamos barrer hasta la parte de concreto. Cabe hacer mención que a escasos 50 metros al otro lado de una calle, se extendían terrenos de labor de más de 5,000 metros cuadrados.
Con esto quiero decir que el polvo era frecuente, pero la sabiduría de nuestra madre y de muchas familias más hace algunos años, era iniciar el día o la semana con un piso limpio, lo más limpio posible.
Hoy también se suele ver algunas personas que barren su banqueta o su calle, algunos cuantos dueños o encargados de negocios también lo hacen y en ocasiones lavan su banqueta. Sin embargo, cada vez es mayor la cantidad de basura y suciedad que se ve en las calles de algunas localidades del país; no importa si es una gran urbe, o una modesta comunidad, en ambos casos suele verse en ciertas zonas una gran cantidad de basura en las calles.
En otro caso, en el fraccionamiento donde un servidor vive, existen tres tipos de servicios de recolección de basura; el que es parte del municipio y dos más de prestadores de servicios particulares. Prácticamente 5 días de la semana se tiene recolección de alguno de ellos, y algunas semanas incluso sábados. Sin embargo, las calles no están del todo limpias, tienen tierra, hierba crecida, por supuesto basura, y casos exagerados como residuos de construcción en algunas partes, en otros, materiales de construcción con meses sin uso.
En el ámbito laboral tampoco se tienen buenas noticias, en algunas empresas que he podido asistir y colaborar directamente, la cultura de limpieza personal parece no existir. Colillas de cigarro al por mayor en la zona externa de las fábricas, al interior desperdicio, residuos de empaque o del proceso en el piso. No estoy hablando de grandes empresas, con nombre reconocido, estoy hablando de las pequeñas y medianas empresas, que suelen aportar con muchos empleos a la sociedad. En el caso de una empresa en particular, ideé el implementar dos horarios de limpieza, que básicamente consistían en dos veces al día, tomar dos o tres minutos para limpiar mi sitio de trabajo, lo triste fue ver como se tenía que casi obligar al 80 por ciento de colaboradores a realizar esta acción, y para el momento en que me retiré del proyecto de esa empresa, triste fue la noticia de que dejaron de hacer estos ejercicios, volviendo a limpiar una vez cada que algún jefe ve que “está demasiado sucio” y se presta para dar la indicación de que limpien.
Reza el dicho que no es más limpio el lugar que más veces se limpia, sino el que menos se ensucia. El problema no radica en la cantidad que el municipio o los servicios de limpia recogen nuestros desechos; tampoco lo está en el número de botes de basura en la calle, o en el número de veces que pedimos que se limpie el lugar de trabajo.
Considero que estamos ante un problema mayor, un problema de cultura. Hemos perdido aquellos hábitos de barrer nuestra banqueta, de limpiar nuestro mostrador, nuestra banca en la escuela, de recoger una basura en la calle aunque no sea nuestra.
Y a pesar de esto, creo que no estamos tan lejos de la solución, debemos desarrollar y llevar a la gente a ser consciente, porque en el fondo, el valor de la limpieza todos lo tenemos. Constantemente en programas de capacitación o en reuniones reflexiono con la gente sobre el comportamiento de cada uno de nosotros en nuestra casa.
Es en nuestra casa donde nos bañamos todos los días, donde no queremos meter lodo y tierra del exterior, donde solemos pasar un paño por los muebles para quitar el polvo, es el lugar en el que barremos, lavamos y cuidamos la higiene de todos los miembros de la casa.
Pareciera entonces que tenemos un switch que encendemos y apagamos a disposición, al salir de la casa lo apagamos y no nos importa lo que afuera suceda, al regresar, lo encendemos y volvemos al valor básico de la limpieza.
Entonces considero que debemos provocar una reflexión y orientar el cambio de comportamiento en la gente, desde diversos frentes, no es un problema político o que los dirigentes públicos deban resolver, es un problema de todos.
Debemos comenzar a probar múltiples soluciones, tener charlas en las escuelas públicas y privadas, tanto para los niños y niñas de primeros niveles, como para adolescentes en los niveles superiores, también charlas o conferencias con padres de familia; realizar talleres recreativos donde se aborden valores como el de la limpieza; promover en centros culturales cursos relativos al desarrollo de valores; organizarse en las comunidades de propietarios o residentes del lugar donde vivimos para encontrar una o dos personas que se sumen a estas acciones; reforzar y continuar en las pequeñas y medianas empresas inculcando el hábito de la limpieza, y mostrándole a los trabajadores los beneficios que esto involucra.
Pero más importante de todo lo anterior, es comenzar desde casa. Invito al lector, a que reflexione con su familia, ¿se comportan de una forma dentro de casa y de otra cuando están fuera? Invite a su familia a barrer su calle; a deshierbar guarniciones una vez al mes; a acudir a un lugar público como un parque y llevar una pequeña bolsa para recoger un poco de basura; no usemos los botes de la calle, tiremos nuestra basura en casa; mantengamos nuestro auto limpio; limpiemos nuestra cartera, bolsa, mochila; no acumulemos objetos en nuestra casa.
El cambio entonces no es a corto plazo, sino que será a largo plazo. Y el mayor impacto para un cambio positivo lo podemos lograr desde casa. Tenemos que ser más limpios y ejemplares hoy, para mejorar el mundo que dejaremos mañana.
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