Por: Juan Manuel González Montiel
Hace unos meses, quizá casi un año, mi hijo de cuatro años de edad mencionó al menos tres veces expresiones como “papá, no me recordaste de hacer la tarea”. En las primeras dos ocasiones no lo noté, pero para la tercera que lo hizo, fue un momento revelador para mí: me di cuenta de que algo yo tenía que mejorar en cómo transmito el sentido de responsabilidad a mi hijo.
El concepto de la víctima lo aprendí de Fred Kofman, desde sus libros Metamanagement y la continuación de su enfoque de liderazgo en su otro libro, la empresa consciente.
A grandes rasgos Kofman nos menciona que es común encontrar que las personas se expresan atribuyendo a factores externos y fuera de su control los resultados de su vida, y esto es el papel de víctima, por lo tanto, las personas dicen “llegué tarde por culpa del tránsito”, “la energía se fue en mi casa por eso no hice la tarea”, “no se guardó el archivo”. Todas estas frases atribuyen el resultado generado a factores que no están en el control de la persona, por lo tanto, lo liberan de la responsabilidad de actuar en consecuencia para que no vuelva a suceder, puesto que la gente no cree que ellos hayan influido en el resultado, no harán nada para cambiarlo en el futuro: Y esto estaba pasando con mi hijo.
Me detuve un momento a escuchar la forma en cómo hablaba mi hijo, lo platiqué con mi esposa, nos analizamos para ver cómo estábamos influyendo nosotros o las personas que lo rodean; en pocas palabras, muchas veces solíamos caer también nosotros en expresarnos atribuyendo a otras personas u otros factores los resultados que no nos gustaban.
Y lo mismo sucede en prácticamente todos lados. Si escuchamos y ponemos atención a lo que nos rodea y nos ponemos atención a nosotros mismos, nos daremos cuenta de que solemos expresarnos en un papel de víctima porque no reconocemos la responsabilidad que tenemos en el resultado. Solemos decir “se mojó la ropa porque llovió”, pero no decimos “se mojó la ropa porque no la metí a tiempo”; o decimos: “no pude llegar al trabajo porque el auto se descompuso”, cuando quizá deberíamos decir “el auto se descompuso porque no lo llevo con regularidad a darle servicio”.
Por supuesto que hay ocasiones en que los factores externos influyen y nada podemos hacer, pero es en las acciones cotidianas y de responsabilidad enteramente de nosotros donde debemos cambiar nuestro lenguaje y comenzar a aceptar nuestra responsabilidad.
Para el caso de nuestro trabajo, debemos comenzar por aceptar la parte de responsabilidad que nos toca, digamos: “Jefe, no tuve el reporte a tiempo, porque no programé bien mis actividades”, o quizá: “no tengo el reporte porque no estimé bien el tiempo que me tomaría”.
Hablar de una forma diferente parece tener muy poco que ver, pero en realidad impacta mucho. En el caso de mi hijo, tuve una pequeña conversación en la que le pregunté de quién era la tarea, quién es responsable de apuntar, recordar y realizar la tarea, y muy importante, admití mi responsabilidad en el hecho al mencionarle que, efectivamente, yo no había hecho mi parte de recordar, y él debía hacer su parte de apuntar y revisar. Puedo mencionar que hemos ido en familia cambiando esto con bastante éxito.
Y eso necesita ahora la sociedad. Para todas las personas lectoras, requerimos como sociedad un grupo cada vez mayor de personas, funcionarios públicos, directores, empresarios, en general, seres humanos que dejen detrás su papel de víctima y comiencen a hacerse responsables de su parte.
Desafortunadamente, es común encontrar fallas en la atención de los servicios prestados por instituciones o empresas, y cuando expresamos una queja o deseamos nos resuelvan nuestra molestia, lo más común es escuchar que el error no estuvo en la persona que tenemos enfrente, o quien nos atendió, dio seguimiento o estuvo involucrada en el proceso, lo habitual es que el error estuvo en otra persona, en otro tiempo o incluso en nosotros.
El gran riesgo de continuar así, es que no haremos nada nunca por mejorar, y la calidad de las funciones y los resultados que una sociedad debe tener, irán empeorando cada vez más.
Los líderes que leen estas líneas, los que están a cargo de instituciones o aquellos que están involucrados en el sector educación, son las personas que más invito a cambiar y promover un papel en el que las personas dejen de ser una víctima, y más aún con las nuevas generaciones.
Pensemos en los casos críticos que tienen que ver con la vida de las personas. En un hospital, un enfermero o un médico no pueden decir: “no hice bien mi trabajo porque falló el equipo, o porque el paciente no llegó a tiempo o como debía”, cuando está en riesgo la integridad de la persona, debemos reconocer y saber actuar con la parte que nos corresponde, y reconocer el grado de responsabilidad que tenemos para lograr las cosas bien.
No se trata de asumir propios los errores de otros, sino de reconocer que “ha habido un error y lo lamento, de mi parte puedo hacer todo lo que tengo en mis manos para solucionarlo”,en los casos de víctima expresamos que nada puede hacerse, en el caso contrario estamos proyectando hacia nosotros y hacia el exterior que podemos hacer algo, y eso es lo que más necesitamos en la actualidad.
Requerimos dejar las excusas y justificaciones de lado para colocarnos en el camino de la acción, no importan quién, cuánto y cuándo se equivocó, importa lo que puedo hacer hoy y ahora con los recursos que tengo para mejorar el ambiente en el que vivo; requiero reconocer que siempre puedo hacer algo para cambiar lo que hago y el ejemplo que doy: si más personas nos sumamos a un papel de reconocimiento de responsabilidad y acción en consecuencia, los resultados que queremos en nuestro país los veremos tarde o temprano, porque se acabarán las excusas y daremos paso a las acciones.
Escucha este artículo en YouTube