Por: Germán Reyna y Herrero

La participación ciudadana en la gestión pública corresponde a un proceso de construcción social de las políticas públicas, lo cual representa un derecho, una responsabilidad y un complemento de los mecanismos tradicionales de representación política. No obstante, la práctica de estos conceptos todavía falta consolidarse en México y Latinoamérica. Aún falta conciencia e interés de la importancia y necesidad de la participación de la ciudadanía en el proceso de gestión de políticas públicas, tales como el diseño, formulación, planificación, ejecución, seguimiento y evaluación.

En este sentido es importante especificar que la participación ciudadana es un modo de relación entre el Estado y la sociedad civil que integra al público en las decisiones a través de mecanismos definidos por el gobierno para consultar, gestionar y retroalimentar acciones de interés común. Por esta razón, en la participación ciudadana es necesaria la presencia e implicación de ciudadanos, empresas, organizaciones de la sociedad civil y otros sectores sociales que están fuera de la esfera del poder político a nivel institucional. Así, se puede entender que la participación ciudadana es una actividad de carácter social que posee una connotación política y organizacional para propiciar nuevas formas de gestión pública y mejorar la legitimidad y calidad de las políticas públicas.

Es importante especificar que la participación ciudadana está orientada a la posibilidad de influir en las decisiones que son tomadas por las instancias de autoridad, por tanto, es posible indicar que entre los elementos que caracterizan a este tipo de participación se encuentran: la mediación entre sociedad y gobierno para que los distintos sujetos sociales participen e intervengan a partir de sus intereses y valores, los cuales impactan en las políticas públicas y en las estructuras de gobierno.

Lo anterior refiere que la participación ciudadana implica la decisión, distribución o delegación del poder por parte de los poderes públicos hacia la iniciativa de la ciudadanía. El grado en que participa la ciudadanía ha sido conceptualizado por Arnstein (1969), quien indicó que existen tres niveles: sin participación, que integra la manipulación y la terapia; los niveles simbólicos, donde es posible escuchar a la ciudadanía, tener voz y ser escuchada; y los niveles de poder ciudadano, donde la ciudadanía participa en la toma de decisiones, a través de mecanismos de negociación y conforme a una auténtica delegación de poder.

Estos niveles también se han operacionalizado de la siguiente manera: información, consulta, iniciativa, fiscalización, concertación, decisión y gestión. Esta serie de niveles indican que a medida que se progresa en cada uno de ellos, el proceso de participación se hace más complejo y existente que implica para el participante llegar una serie de requisitos y condiciones de distinta índole  y hacer uso de diferentes instrumentos, como es la capacidad de convocatoria, manejo de grupos, identificación de estrategias, administración de recursos, entre otros.

Cada nivel igualmente refiere que las personas tengan el deseo, la motivación y el interés para participar. Por lo general, los motivos de la participación están orientadas a cubrir necesidades, acceder a servicios, desarrollar capacidades, involucrarse en los procesos de toma de decisiones. De ahí que se participe en la medida en que se logra cumplir con las expectativas y requerimientos individuales.

Un aspecto esencial para generar la participación es el conocimiento que la ciudadanía y las organizaciones poseen de los problemas del entorno, los mecanismos necesarios para resolverlos, los actores que intervienen en el proceso, las herramientas y los pasos para el cumplimiento de acciones.

Participación ciudadana y planificación para el desarrollo

El plan local más efectivo es el que se realiza con participación de la comunidad. No obstante, no siempre se logra el compromiso de la comunidad o municipio a favorecer, por lo que es necesario planificar la forma de generar el compromiso y conocer las demandas y necesidades de la gente. En este sentido, el diagnóstico participativo busca involucrar a la gente tanto en la determinación de los objetivos estratégicos y operacionales de la planeación como en su ejecución misma. Integrar e involucrar a la gente, no sólo permite que las metas de planeación sean colectivas, sino que genera un instrumento más adaptado, y permite sumar recursos adicionales que surgen de los grupos organizados de la comunidad.

Entre los ejemplos de planeación participativa se encuentra el consultar a la comunidad organizada sobre su opinión respecto a sus problemas, solicitarles que prioricen y luego identifiquen las aportaciones que pueden brindar para solucionar estos problemas. Este tipo de operación puede realizarse a través de reuniones de trabajo con dirigentes de la comunidad, productores, jóvenes, profesores, madres de familia, etcétera.

Una de las técnicas más ocupadas para planificar de manera participativa es la micro planeación, la cual permite enfrentar problemas locales por medio de talleres con la comunidad en donde se priorizan problemas, se definen soluciones, se logran consensos y se trabaja en equipo (Goethert y Hamdi 1992). Otra técnica es la planeación situacional, en la que se hacen explícitos los intereses de los distintos agentes al establecer un proceso de negociación para alcanzar acuerdos que hagan operativa la planeación. El esfuerzo de este tipo de planeación es lograr que las personas hagan explícitos sus intereses desde su propia perspectiva.

Desde luego que para que la participación ciudadana en el proceso de planeación sea posible es necesario cumplir con los siguientes puntos:

  1. Voluntad política. Las autoridades locales deben tener la decisión real de impulsar el proceso participativo. Es importante recordar que la participación es la base de la democracia, por lo que la administración municipal tiene la oportunidad de generar un posicionamiento positivo y ser recordada por su liderazgo.
  2. Organizaciones, dirigentes y deseo de progreso. Es importante la organización y existencia de comunidades motivadas. Debe existir una acción efectiva de detección y formación de líderes y apoyo a las organizaciones.
  3. Recursos aportados de diversas fuentes. Se requieren recursos humanos, financieros, materiales y técnicos para que cada agente aporte cada elemento mencionado.
  4. Apoyo de instituciones externas. Organizaciones de la sociedad civil, religiosas o entidades públicas o privadas. 

Agilidad y adaptación para evitar la frustración

La participación de la comunidad requiere que el financiamiento sea ágil para poder ejecutar acciones de corto y mediano plazo. Por esta razón, la definición de micro proyectos resulta uno de los mecanismos más efectivos para lograr que exista continuidad y el involucramiento de las personas.

En este punto realizar talleres o reuniones con la comunidad donde se generen los diagnósticos y compromisos de acción puede llegar a ser frustrante si no se cuenta con recursos que se puedan movilizar fácil y rápidamente, por lo que una de las recomendaciones es crear fondos que se pueden utilizar cuando se ha establecido un compromiso entre comunidad y autoridad.

De esta manera para desarrollar la micro planificación se recomiendan los siguientes pasos:

  1. Motivación del municipio hacia los dirigentes locales. La autoridad debe expresar públicamente el proyecto a ejecutar, por lo que regidores y funcionarios pueden ayudar en la motivación inicial. El uso de medios como folletos informativos son de utilidad.
  2. Preparación y organización de talleres. El inicio del programa puede ser mediante una reunión de dirigentes de organizaciones del municipio.
  3. Dinámica de los talleres. Contar con técnicos y facilitadores capacitados. Inicialmente el Presidente Municipal inaugura y plantea los objetivos de trabajo. Posteriormente los dirigentes comunitarios exponen los problemas. Se busca hacer un listado de los problemas.
  4. Búsqueda de soluciones. Se priorizan los problemas y se identifican las soluciones y los requerimientos para lograrlas.
  5. Comunicación de resultados. Se difunde lo que se ha logrado para generar una reflexión en la comunidad.
  6. Negociación y programación. Con los resultados se genera una reunión de negociación y acuerdo entre los agentes involucrados, como municipio, empresarios, dirigentes vecinales, dirigentes gremiales, organizaciones de la sociedad civil.
  7. Definición de estructura de trabajo. Si existe un acuerdo entre las diversas instituciones, se realiza la distribución de responsabilidades y una estructura de encargados de tareas y coordinación.
  8. Ejecución del plan. Realizar las tareas programadas.
  9. Control y seguimiento de los acuerdos. Establecer reuniones después de un tiempo determinado para identificar cómo van las cosas, si se han conseguido las metas o si han existido dificultades.

En este punto la planeación del desarrollo municipal puede contar con la ciudadanía para lograr mejores resultados, y así encaminar a un desarrollo que impacte de manera positiva para generar un posicionamiento duradero que beneficie a la legitimidad y continuidad política. Con ARH consultores es posible capitalizar las decisiones y acciones que desde el gobierno municipal se buscan ejecutar a través de la asesoría para la definición del Plan de Desarrollo Municipal, en el cual la ciudadanía se integra para promover gobiernos democráticos que perduren en la mente de los ciudadanos.

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